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sobre el

Año Ignaciano

Queridos compañeros y compañeras en la misión… amigos y amigas de la Familia Ignaciana en el Ecuador. Con la misa realizada en Pamplona el pasado 21 de mayo, hemos dado inicio a la celebración del Año Ignaciano en la universal Compañía, año que se extenderá hasta el 31 de julio de 2022.

“Ver nuevas todas las cosas en Cristo”. Es lo que Ignacio experimentó en la Ilustración del Cardoner.

Algo nuevo había ocurrido en su interior. Una renovada forma de comprender su vida, su relación con Dios. Una nueva mirada… mirada desde la vida del Señor… Se sentía invitado a ser fuente de vida reconciliada, fuente para los demás, impulsado a salvar las almas. 

Ser fuente de vida reconciliada, exige un viaje al interior de cada uno. A nuestras heridas y sueños. A poder reconocer con honestidad, dónde nuestra vida debe abrirse a la acción del Espíritu para ser sanada, y libremente volar al encuentro del otro, del que más necesita.

Se trata de alcanzar la tan anhelada conversión personal, desde un itinerario espiritual exigente. Ya nos decía el Padre General en la oración universal del pasado domingo 23, que toda conversión implica grandes procesos de cambio que desencadenan procesos interminables. Que tengamos la valentía de abrazarlos.

Toda transformación implica un examen … revisión de actitudes para construir una sociedad más fraterna y solidaria. Es desde esa conversión personal, que podremos incidir en las reales transformaciones de la sociedad en que vivimos.  Es desde aquí que nos planteamos la necesaria renovación espiritual que nos lleve a la revitalización apostólica de nuestra misión.

Para ello necesitamos ser sinceros y humildes. No se trata de vivir la experiencia del Año Ignaciano embriagados por un cúmulo de actividades, sino plantearnos seriamente a nivel personal, comunitario e institucional, un profundo examen sobre aquello que no está funcionando debidamente.

A la luz del ejemplo de la vida de San Ignacio de Loyola, herido por un cañonazo en la batalla de Pamplona hace 500 años, queremos entrar en nuestros propios procesos de reconciliación y conversión conducidos por Dios.

Este camino hacia Dios ineludiblemente, pasa por servir y amar a otras personas, pues la salvación que nos pide el Señor es en el encuentro con los otros, con la comunidad fraterna que se quiere y se cuida, en especial los vulnerables y descartados de la sociedad.

 

El camino de Ignacio empieza con una herida, vivida como el disparadero de una nueva vida, de una nueva oportunidad. Escrutar nuestras heridas, y desde ellas encontrar la sanación en el peregrinar.

Permitamos que el Señor obre nuestra conversión, entendiéndola como un esfuerzo de cada día que acontece en nuestra vida personal, en nuestro hogar, en nuestros trabajos donde podemos discernir el modo como Dios nos quiere convocar. 

 

Nuestra Provincia pone a disposición de sus colaboradores/as y amigos/as algunas herramientas de autoconocimiento, conversación espiritual, discernimiento, retiros ignacianos y Ejercicios Espirituales, entre otras. 

 

Que todos nosotros como parte del Cuerpo Apostólico de la Compañía de Jesús en el Ecuador podamos aprovechar estas oportunidades para ser fuentes de esperanza, conversión y vida transformada.

Como nos dijo el Papa Francisco en su bendición al iniciar este Año Ignaciano, la conversión se hace siempre en diálogo, en diálogo con Dios, con los demás, con el mundo.

Insistió en que este sea un año de inspiración para ir al mundo, ayudar a las almas y ver nuevas todas las cosas en Cristo.Está en nuestras manos hacerlo.  

Nuestras obras están llamadas a ser referentes de Esperanza, capaces de mostrar el camino a Dios y comprometerse en la historia de sus pueblos... de nuestro pueblo, participando de esta Misión de Reconciliación y justicia.

 

Para ello, es fundamental un examen desde mis heridas, las heridas del otro, las de la comunidad, las del mundo.  

¡Una conversión para la transformación que implica hacernos Esperanza!

Pongamos a Jesús en el centro de este itinerario que empezamos y pidamos a nuestra Madre Dolorosa bendiga este camino de conversión. Abrazo fraterno para todos!

P. GUSTAVO CALDERÓN, S.J.

PROVINCIAL 

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